Frecuentes errores a la hora de interpretar la Adicción

Frecuentes errores a la hora de interpretar la Adicción

“La adicción es cosa de personas marginales”, “Los adictos son unos viciosos”. Son expresiones desafortunadas que a veces hemos oído y que reflejan la actitud juiciosa y etiquetadora de nuestra sociedad. Además constituyen errores frecuentes a la hora de entender la adicción. Todo ello indica que las conductas adictivas están cargadas de incomprensión y prejuicios, incluso a veces entre los mismos sanitarios. Esa incomprensión social es fruto de la ignorancia y de una mala interpretación, por lo que urge combatirla y desmitificar todo aquello que sea preciso con el fin de orientar adecuadamente la buena voluntad social.

Adicción = vicio

En el ideario colectivo se suele equiparar la adicción con un vicio o con una conducta voluntariamente desordenada. Pero lo realmente perjudicial de este tópico es que da lugar a reacciones inadecuadas e injustas. Sirva como ejemplo el que unos padres identifiquen adicción con vicio (“defecto moral”); su respuesta ante ella será probablemente en forma de castigo o de reprimenda. No van a tratarla como lo que realmente es: una enfermedad. Es preciso entender, aunque cueste, que cuando el adicto roba, miente o se vuelve agresivo no lo hace libremente, porque quiere, porque es mala persona, sino que actúa así porque está enfermo y esa enfermedad se manifiesta de este modo en su conducta.

En 1956 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la adicción es una enfermedad con componentes biológicos, psicológicos y sociales. Por primera vez, aun cuando lo genes implicados en ella no habían sido bien determinados, hubo acuerdo respecto a una cierta vulnerabilidad: habría, genéticamente, una predisposición a desarrollar esta enfermedad.

A pesar de ello, la visión moral ha predominado sobre la científica en numerosas ocasiones, por lo que muchos familiares y profesionales sanitarios desestiman ofrecer ayuda formal a los pacientes con adicción, debido a la etiquetación como vicio, aún presente. Afortunadamente, con el paso de los años han avanzado los conocimientos de la enfermedad, se han superado muchos prejuicios y establecido criterios más acertados. Todo ello ha contribuido a dar al tratamiento de la adicción un enfoque más científico y respetuoso con la dignidad de la persona, al mismo tiempo que ha servido también para ofrecer una mejor respuesta a la demanda psicosocial de los pacientes adictos y su problemática de vida.

Adicción = marginalidad

Muchas veces hemos podido comprobar cómo se ha relacionado la adicción con zonas marginales, como algo propio de gente poco formada y con un nivel cultural y económico bajo. Lo hemos visto en algunos reportajes de televisión, donde frecuentemente nos muestran el consumo y el tráfico ilegal de sustancias en barrios periféricos y marginales. Según esta identificación, las crisis económicas conducirían a una situación vital de desesperación de los más afectados que se verían abocados a consumir drogas para afrontar esa situación desesperada. Dicho consumo los llevaría hasta desarrollar un problema de adicción. 

Parándonos a pensar, si el origen de la adicción estuviera en la precariedad socioeconómica, personas de estatus social y económico privilegiado nunca desarrollarían un problema de adicción. Es más, en un hipotético mundo sin pobreza no habría adicciones. 

Sin embargo, la realidad se impone contradiciendo tal supuesto, ya que ninguna sociedad o situación por muy privilegiada que fuera está blindada contra la adicción. Hay adictos entre los desfavorecidos y entre los altos ejecutivos y empresarios. Si bien es cierto que la sustancia adictiva puede variar, el problema está generalizado y para nada es exclusivo de las clases más desfavorecidas.

Adicción = problemas familiares

También existe lo que podríamos definir como una «visión sistémica» de la adicción, por la cual el adicto se convertiría en el «paciente designado» por la familia disfuncional y su rol sería el de encubrir los problemas familiares detrás de su «síntoma».

Sin embargo, nada indica que la familia de un adicto aproveche en absoluto que un miembro de su familia sea adicto. Al contrario, sabemos por propia experiencia que la adicción de uno de sus miembros arrastra un gran sufrimiento y un sentimiento de impotencia y de destrucción para todos.

Aunque si bien es verdad que una desestructuración familiar, entre otras muchas cosas, se convierte en un factor de riesgo en el posible desarrollo de una conducta adictiva, ello no quiere decir que sea una condición necesaria, eso sin contar que hay personas que tienen una capacidad para sobreponerse a las dificultades de la vida y saben aprovechar situaciones desfavorables para crecer y madurar responsablemente (resiliencia).

Por otra parte, cabe decir que esa disfuncionalidad no viene dada solamente por la estructura “externa” del sistema familiar, sino que hunde sus raíces más profundamente en la confusión de roles, tipo de apego, forma de crianza, sistema de valores y establecimiento de límites en la educación.

Adicción = vacío existencial

No faltan también quienes identifican la adicción con una especie de falta de realización personal que llevaría a ciertas personas a buscar paraísos ficticios a través del consumo de sustancias psicoactivas. Según esta apreciación, la persona con una vida plenamente realizada y llena de sentido podría evitar la tentación de acudir al consumo de esas sustancias para satisfacer esa carencia interior. 

Al igual que hemos dicho anteriormente, no es cierto que el origen de la adicción resida en una falta de valores éticos y morales. La adicción no es problema de personas de mala condición. La adicción también afecta a personas religiosas o que han trabajado durante mucho tiempo la vida interior, la meditación y el autoconocimiento, o  personas realizadas, con un matrimonio estable, unos hijos preciosos y un trabajo bien remunerado.

Lo negativo de todas estas desafortunadas apreciaciones sobre las adicciones, que derivan en prejuicios es que contribuyen a conductas inadecuadas, injustas y a un deficiente abordaje del problema en sí. Una conveniente formación y saber acudir a profesionales adecuados puede ayudar a poner fin a esos prejuicios, dotando sobre todo a quienes conviven en primera línea con la realidad de esta enfermedad de los criterios y pautas más acertadas para su comprensión y ayuda eficaz.

En Clínica Efficiens, exclusivo centro de desintoxicación en Córdoba, trabajamos con los valores que nos hacen comprender, aceptar y tratar al adicto y a sus familiares sin prejuicios ni etiquetas, atajando la adicción como una enfermedad y asesorando a las familias con los criterios más acertados para la convivencia con esta realidad mientras llega la recuperación.

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