Uno de los aspectos menos comprendidos pero más significativos en el mundo de las adicciones es la llamada intolerancia al malestar. Este término no se refiere solo a la incomodidad física, sino a una dificultad profunda para tolerar emociones desagradables como la ansiedad, la tristeza, el aburrimiento o la frustración. En muchas personas con adicciones, esta incapacidad actúa como el verdadero motor detrás del consumo.
¿Qué es la intolerancia al malestar?
Podríamos definirla como una baja capacidad para soportar estados emocionales negativos sin recurrir a una vía de escape inmediata. Todos experimentamos momentos difíciles, pero quienes padecen adicción suelen tener una necesidad urgente de “anestesiar” ese malestar, ya sea con sustancias, apuestas, comida o incluso con comportamientos compulsivos.
Esta dificultad puede tener raíces en la infancia, en modelos de afrontamiento poco saludables, traumas no resueltos o simplemente en una educación emocional escasa. El problema no es sentir malestar (algo inevitable), sino la relación que se establece con este malestar (¿qué hago con él?): verlo como algo intolerable, amenazante, que debe ser eliminado a toda costa.
¿Por qué es tan relevante en una adicción?
La mayoría de las personas con problemas de adicción no buscan el placer extremo, como muchas veces se piensa de manera inexacta, sino aliviar el dolor. Es un mecanismo de regulación emocional. Ante una emoción intensa o una situación estresante, la sustancia o el comportamiento adictivo se convierten en la “solución rápida”.
Este círculo vicioso fortalece la idea de que el malestar es insoportable y que uno necesita escapar cada vez que aparece. Así, la adicción no solo se mantiene, sino que se agrava.
El proceso hacia la tolerancia al malestar
Superar una adicción pasa, entre otras cosas, por aprender a convivir con el malestar sin reaccionar automáticamente. Esto implica desarrollar habilidades como:
- La atención plena (mindfulness): aprender a observar las emociones sin juzgarlas.
- La autorregulación emocional: conocer estrategias para calmarse sin recurrir a lo dañino.
- La aceptación: reconocer que sentirse mal no significa que algo vaya mal, sino que forma parte de estar vivo.
Este proceso requiere tiempo, acompañamiento profesional y mucha paciencia. No se trata de dejar de sentir, sino de dejar de huir.
Conclusión
En última instancia, trabajar la intolerancia al malestar es trabajar la base emocional de la adicción. Es aprender a mirar de frente lo que duele y descubrir que uno puede resistir, crecer y sanar.
Si estás en un proceso de recuperación o conoces a alguien que lo está, recuerda: no hay nada más valiente que aprender a quedarse en el presente, incluso cuando duele.